julio 14, 2025

El alto precio de la guerra entre Israel e Irán

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Tiempo de lectura: 2 minutosIsrael e Irán cruzan ataques que dejan cientos de muertos y una crisis humanitaria en Gaza. La diplomacia mundial, paralizada.

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Las bombas no distinguen entre niños, científicos o civiles. Del 13 al 15 de junio, Israel e Irán se enfrascaron en el mayor intercambio de ataques directos de su historia reciente, con un saldo dramático de al menos 302 muertos y más de 600 heridos. Esta escalada, marcada por misiles, drones y promesas de represalia, arrastra a toda una región —y a miles de inocentes— a una espiral de destrucción.

El ataque inicial fue ejecutado por Israel el 13 de junio, con bombardeos a instalaciones clave en Irán, incluyendo la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz. El golpe mató a científicos, altos mandos militares y civiles. Las autoridades iraníes confirmaron la muerte de 78 personas en este primer asalto. La reacción fue inmediata: Irán lanzó más de 200 misiles sobre territorio israelí, provocando el caos en Tel Aviv y Jerusalén, donde las alarmas antiaéreas sonaron por horas.

Los relatos desde Ramat Gan son desgarradores. Un misil impactó un edificio habitado por familias, matando a tres personas. Más al norte, en Haifa, siete personas resultaron heridas. En el norte de Tel Aviv, once personas perdieron la vida. La población israelí, acostumbrada a la alerta constante, enfrenta una nueva ola de miedo, desplazamientos y heridas que no siempre son físicas.

El 14 y 15 de junio, Israel intensificó su ofensiva. Un ataque aéreo sobre un complejo residencial en Teherán dejó 60 muertos, entre ellos 20 niños. “Ya no hay zonas seguras”, lamentó un portavoz iraní. Mientras tanto, los hospitales colapsan, los servicios básicos fallan, y la ayuda internacional apenas comienza a movilizarse, atrapada entre la diplomacia y la logística militar.

La infraestructura ha sido uno de los blancos más severamente afectados. Irán perdió capacidad operativa en su planta de Natanz, en su red de petróleo en Teherán y en la producción de gas de South Pars. Israel, por su parte, reportó daños importantes en oleoductos y redes eléctricas en Haifa.

Pero es en Gaza donde el conflicto multiplica su crueldad. Con el acceso a ayuda humanitaria bloqueado, miles de palestinos enfrentan hambre y desesperación. Más de 127 personas han muerto desde el 27 de mayo en puntos de distribución de alimentos, y 1,287 han resultado heridas. Israel fue acusado ante la ONU de llevar a cabo acciones que podrían constituir crímenes de guerra.

La comunidad internacional observa, condena y urge al diálogo, pero sin avances reales. Naciones Unidas censuró a Irán por violar sus compromisos nucleares, mientras países como Reino Unido, Francia y Alemania piden una reactivación urgente de las negociaciones. Sin embargo, Irán se niega a negociar mientras continúen los ataques y canceló las conversaciones previstas en Omán.

La política interna israelí tampoco escapa al caos. Netanyahu enfrenta presiones desde su coalición, especialmente por la polémica ley de reclutamiento. Las tensiones podrían llevar a la disolución del gobierno. A esto se suma el repunte del antisemitismo en Europa y América, en muchos casos alimentado por la indignación social ante el drama palestino.

A nivel económico, el precio del petróleo se disparó por temor al cierre del estratégico estrecho de Ormuz. Las bolsas europeas también sufrieron fuertes caídas, reflejo del miedo que una guerra regional podría extender al plano global.

Mientras las bombas caen y los diplomáticos fallan, miles de personas se aferran a la esperanza. La guerra ha dejado de ser una cuestión de geopolítica: ahora son cuerpos sin vida, niños huérfanos, ciudades sin electricidad y naciones enteras a merced de líderes dispuestos a seguir apretando el gatillo.

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