De aliados a enemigos: así estalló la guerra entre Elon Musk y Donald Trump
Tiempo de lectura: 4 minutosLa relación entre Elon Musk y Donald Trump ha colapsado en medio de acusaciones, amenazas y consecuencias económicas y políticas. Analizamos el origen, desarrollo y posible desenlace del conflicto.

Durante los últimos años, la relación entre Elon Musk y Donald Trump fue considerada una de las alianzas más sorprendentes y estratégicas del panorama político-empresarial en Estados Unidos. Lo que comenzó como una colaboración mutuamente beneficiosa durante la campaña presidencial de 2024, terminó por convertirse, en junio de 2025, en un espectáculo público de acusaciones, amenazas y fracturas. La ruptura marca un hito significativo en la política estadounidense contemporánea y plantea dudas sobre el futuro de las empresas de Musk y el control que Trump ejerce sobre su entorno político.
Contexto: una relación basada en poder e intereses
En 2024, Elon Musk sorprendió al convertirse en uno de los principales financiadores de la campaña de reelección de Donald Trump. Aportó aproximadamente 300 millones de dólares, no solo a su candidatura, sino también a otros candidatos republicanos clave. A cambio, obtuvo un puesto estratégico como asesor principal en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una iniciativa impulsada por Trump para reformar el aparato burocrático y reducir el gasto federal.
Durante meses, Musk tuvo un acceso sin precedentes a la Casa Blanca. Participó en reuniones de alto nivel, fue visto en eventos oficiales acompañado de su hijo y llegó a afirmar públicamente que, gracias a DOGE, había logrado ahorrar al gobierno 175 mil millones de dólares. Aunque la cifra representaba solo una fracción de su meta de recorte presupuestario de 2 billones, fortalecía la imagen de eficiencia y control presupuestario que ambos intentaban proyectar.
Ambos compartían una ideología de desregulación, reducción del aparato estatal y rechazo a las políticas progresistas. Sin embargo, esa sintonía ideológica comenzó a resquebrajarse cuando Trump presentó su ley insignia del segundo mandato: el «Big, Beautiful Bill».
El detonante: una ley que rompió la armonía
El «Big, Beautiful Bill», presentado por Trump en mayo de 2025, incluía profundos recortes fiscales, nuevas condiciones para acceder a programas sociales y estrictas medidas migratorias. Si bien el paquete legislativo fue celebrado por muchos dentro del Partido Republicano, Musk no tardó en expresar públicamente su decepción.
El 28 de mayo de 2025, en una entrevista con CBS Sunday Morning, Musk calificó la ley como una “abominación repugnante” y advirtió que aumentaría peligrosamente el déficit fiscal, echando por tierra los esfuerzos de DOGE. Su tono fue duro, casi desafiante, y marcó el inicio de una ruptura que se agravaría con rapidez.
Un conflicto que escala minuto a minuto
La reacción de Trump no se hizo esperar. El 5 de junio, en plena reunión oficial con el canciller alemán Friedrich Merz, Trump expresó su “profunda decepción” con Musk, sugiriendo que su relación estaba rota. Fue más allá: insinuó que las críticas de Musk estaban motivadas por la eliminación de incentivos fiscales para vehículos eléctricos, medida que impactaría directamente en Tesla.
Musk, fiel a su estilo provocador, respondió ese mismo día desde su plataforma X (anteriormente Twitter), acusando a Trump de deslealtad y asegurando que sin su apoyo financiero y logístico, Trump jamás habría ganado en 2024. El conflicto escaló a lo personal cuando Musk mencionó, sin pruebas, que Trump estaría involucrado en los «archivos de Epstein», insinuando que esta conexión era la razón por la cual ciertos documentos no se habían hecho públicos.
Trump, visiblemente molesto, respondió desde Truth Social, defendiendo su legislación y amenazando con retirar todos los contratos y subsidios federales de las empresas de Musk, incluyendo Tesla y SpaceX. Como gesto simbólico, incluso afirmó que consideraba vender su Tesla Model S.
Consecuencias económicas y políticas
Las declaraciones cruzadas no solo capturaron la atención mediática, sino que comenzaron a generar impactos concretos. Las acciones de Tesla cayeron un 14% el 5 de junio, reflejo del temor de los inversionistas ante la posibilidad de perder subsidios federales clave. Programas como Starlink, que dependen en parte de aprobaciones regulatorias, podrían verse comprometidos.
En el terreno político, las reacciones fueron diversas. Mientras figuras como Ted Cruz defendieron la ley de Trump, otros senadores, como Ron Johnson, optaron por un tono conciliador, reconociendo el valor de Musk sin contradecir al expresidente. La secretaria de prensa Karoline Leavitt calificó el episodio como «desafortunado», atribuyéndolo a que Musk estaba molesto por no ver incluidas ciertas propuestas suyas en la ley.
El juicio de la opinión pública
El conflicto también se volvió un fenómeno social. En estados como California, Texas y Washington, muchos ciudadanos señalaron que la ruptura era “inevitable” debido a los enormes egos y personalidades fuertes de ambos. En redes sociales, la polarización fue evidente: mientras unos defendían a Musk como una voz crítica ante el despilfarro gubernamental, otros acusaban al empresario de hipocresía y oportunismo político.
¿Una reconciliación posible?
Los rumores sobre posibles reuniones para calmar las aguas han sido desmentidos por ambos. Trump ha reiterado que no desea hablar con Musk “en el corto plazo”, mientras que el empresario ha moderado su actividad en redes, tal vez señalando una estrategia de espera o contención.
Sin embargo, la interdependencia entre sus intereses sugiere que una reconciliación, aunque poco probable, podría estar sobre la mesa si los daños económicos o políticos se intensifican.
Un análisis crítico
Lo que estamos presenciando no es solo una pelea entre dos titanes, sino un choque entre intereses cruzados. Musk, con su estilo disruptivo, intenta moldear el poder político a su visión tecnocrática. Trump, un político que exige lealtad y no perdona las críticas públicas, ha reaccionado como era previsible: con fuerza y amenaza.
Las acusaciones sobre Epstein, lanzadas por Musk sin pruebas, parecen un intento desesperado por restar credibilidad a Trump o desviar la atención. Por su parte, las represalias económicas del expresidente podrían dañar programas estratégicos que benefician a la seguridad nacional, como los contratos de SpaceX con el Pentágono.
¿Y ahora qué?
Al 6 de junio de 2025, la ruptura es total. Musk dejó su puesto en DOGE y no hay señales de una tregua cercana. Lo que parecía una asociación destinada a transformar la política y la economía de EE. UU., ha terminado en un duelo de declaraciones, amenazas y consecuencias tangibles. Ambos siguen siendo actores clave en sus respectivos mundos, pero la posibilidad de que vuelvan a trabajar juntos parece más remota que nunca.