Alejandra Guzmán incendia la Arena CDMX: Brilla Tour, libertad, lágrimas y puro poder femenino
Tiempo de lectura: 2 minutosAlejandra Guzmán ofreció un concierto inolvidable en la Arena CDMX: energía, vulnerabilidad y fuerza en una noche para la historia.

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La noche del 5 de julio, la Ciudad de México fue testigo de un regreso colosal: Alejandra Guzmán subió al escenario de la Arena CDMX con una descarga de poder, vulnerabilidad y emoción que marcó una nueva etapa en su carrera. El concierto, parte de su Brilla Tour, fue una experiencia inmersiva que reunió a más de 20 mil personas en una celebración colectiva de amor, música y resiliencia.
La Reina del Rock abrió la velada con “Mírala, míralo”, emergiendo desde una estructura metálica entre luces, fuego y siluetas danzantes. Desde el primer momento, Alejandra dominó el escenario con su energía inconfundible, vestida con gabardina y rodeada de una escenografía que cambió constantemente a lo largo del show.
El repertorio fue un viaje emocional por sus grandes éxitos: “Hey Güera”, “Eternamente bella”, “Volverte a amar”, “Reina de corazones” y muchos más. Cada canción provocaba gritos, lágrimas o aplausos de una audiencia que no solo recordaba, sino que también redescubría a una artista que ha logrado mantener su vigencia por más de 30 años.
El momento más íntimo llegó cuando Alejandra se sentó al piano para interpretar “Llama por favor”. Su voz tembló por momentos. El público enmudeció. Fue un instante profundo, vulnerable, donde la artista se despojó del personaje y mostró a la mujer que hay detrás del mito.
La puesta en escena fue monumental: pantallas en alta definición, luces robóticas, efectos visuales sorprendentes, bailarines, fuegos artificiales y un coche a escala que cruzó el escenario. Todo orquestado con precisión, sin opacar la fuerza de la intérprete.
Pero no todo fue espectáculo visual. También hubo espacio para lo emocional y lo simbólico. Uno de los momentos más comentados fue el saludo afectuoso a su padre, Enrique Guzmán, con un beso que sorprendió a la audiencia. Más adelante, Alejandra recordó a su madre, Silvia Pinal, a quien rindió homenaje con un mensaje de gratitud y amor. También hizo una sutil pero evidente dedicatoria a su hija, Frida Sofía, en un gesto de inclusión y reconciliación.
La artista reafirmó su apoyo a la comunidad LGBTQ+, como lo ha hecho a lo largo de su carrera, en una celebración de libertad, diversidad y aceptación.
Casi al final, Alejandra hizo una pausa: “Gracias por no soltarme”, dijo, y la ovación fue instantánea. Cerró con “Hacer el amor con otro”, interpretada con más fuerza que nunca, como un grito de vida, una celebración del amor propio y del renacimiento artístico.
Alejandra Guzmán no solo ofreció un concierto. Ofreció una experiencia. Una declaración de identidad. Una catarsis compartida. Y lo hizo con una fuerza que solo tienen las leyendas vivas.
Brilla Tour no es solo una gira. Es una afirmación: Alejandra Guzmán sigue brillando, transformando su historia en música, y su música en emoción. Y anoche, volvió a demostrar que el rock —cuando es auténtico— jamás se apaga.